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  • Lina Gabriela Castillo Ortiz

Cuentos de Marina

El siguiente escrito busca especular sobre la vida de Marina, la protagonista de un corto animado transmitido por rtvC. A partir del anhelo de Marina por ser ballena se explorarán nociones sobre corporalidades, relaciones multiespecie y escenarios especulativos que hacen borrosos los límites de una gran brecha entre lo humano y no-humano.

Un espiráculo para obtener aire cuando salgo a investigar fuera del mar, unas aletas enormes para fluir en el agua como si fuera una gran bailarina y grasa en mi cuerpo que me permita sentir la calidez del océano.

Éstas son algunas de las características con las que me gustaría contar, pero por el contrario me encuentro atrapada en un cuerpo erróneo que lo único que me puede brindar es una nariz respingada que me impide respirar, unos pies y manos con dedos independientes que me atan a la tierra y un esbelto cuerpo que recibe la frialdad de la tierra que habito y las personas que me acompañan en esta.

Para mi infortunio, nací en un cuerpo antropomorfo que me niega las posibilidades de vivir dentro de un maravilloso bosque acuático, de conocer paisajes que mis dos pies no serían capaces de alcanzar y de recorrer largas distancias bajo el agua sin salir a la superficie a respirar. Pero lo más desafortunado es la especie con la que debo compartir mis rasgos y orígenes, unos primates homínidos que han elaborado un pensamiento que consideran complejo y por esto mismo arrinconan a los demás seres vivos a su alrededor, los hacen víctimas de prácticas tan despiadadas que la muerte se postra como una promesa sublime para cualquier ente que se cruce con estos seres.

Disfruto nadar y conocer los paisajes que me brindan las aguas del mar, entre diferentes tonos de azul y los colores de los peces. Me muevo con tranquilidad y observo con curiosidad. Así noté cómo las algas retuvieron los murmullos de los peces por mucho tiempo, pero nadando entre ellas dejaron escapar algunos en los que me contaron cómo esta especie de 'anthropos' estaba enfermando al planeta por medio de sus actividades y las creaciones de nuevos artefactos que tanto les gustan.

En paralelo, la comunidad oceánica se debatía varios asuntos acerca de esta especie y siempre brotaba la cuestión:

¿Qué hacer con los humanos?

Porque si alguien no logra pararlos, van a acabar con todo y todos a su alrededor. Algunos delfines, quienes eran considerados ingenuos por los demás miembros del océano, argumentaban que los humanos eran conscientes de los demás seres vivos a su alrededor e incluso que estaban tomando medidas para arreglar esta situación.

Según las tortugas, a las que se les prestaba mayor atención por considerárseles sabias, los humanos empezaban a notar que no vivían solos y que sus acciones estaban afectando a otros animales. Por otra parte, las orcas completamente enfurecidas les recordaban a los demás miembros el hecho de que todos se tenían que esconder cuando llegaban esas máquinas gigantes que lanzaban redes y atrapaban a todos los que no pudieron ocultarse.

Finalmente, las conchas marinas, quienes representaban los espíritus acuáticos, contaban historias devastadoras sobre los estragos que esta especie había generado en múltiples bosques acuáticos y no acuáticos. De esta manera se desarrollaban largas y múltiples charlas sobre qué hacer, en las cuales se reconocía el hecho de que no todos los humanos podrían estar generando estragos, pero las interacciones de las especies marinas con estos habían sido tan violentas, que el miedo regía por sobre todas las cosas.

Los secretos que las algas me revelaron suscitaron en mí una emergencia de salir de este cuerpo, el cual es cómplice de aquella destrucción. Anhelo desenfrenadamente poder convertirme en aquel ser hermoso que he contemplado desde niña. una bella e imponente ballena jorobada que canta y baila en el mar y de vez en cuando siente curiosidad por la superficie por lo que danza entre el aire y el agua. Pero, ¿qué hacer con mi nariz respingada, mis dedos independientes y este cuerpo delgado? La única opción sería acudir a un procedimiento creado por otros de su misma especie, que usan cuando algo de sus cuerpos no les gusta estéticamente y al cual le llaman cirugía plástica y procedimientos estéticos.

He pensado en las cirugías plásticas como una primera opción en mi búsqueda corporal, me balanceo en la indecisión al ver que estos procesos se los hacen humanos que quieren parecerse a otros humanos, buscan algo bello y puro pero el resultado muestra partes corporales que parecieran no encajar dentro de estos. Es como si mezclara dos rompecabezas e intentara que estos encajasen entre sí, por más que los ajuste y les intentase modificar estos siempre demuestran que no le pertenecen piezas ajenas. Sin embargo ese no es mi caso, porque nací en un cuerpo donde las partes parecen encajar, aunque no funcionen de la manera que deberían y para que sean funcionales será necesaria una ayuda quirúrgica que me brinde las facultades para vivir en el ambiente que quiero y dentro de mi verdadero cuerpo.

Pero al pensar en esta idea se abre una cascada de posibilidades, donde una me toma por sorpresa y nada dentro de mi mente sin parar. A medida que pasa el tiempo nada de una manera más amenazante, hasta que me arrincona. Esta posibilidad me indica que capaz nunca pueda llegar a ser una ballena con simples cambios físicos pero lo que sí podría lograr con estos sería salirme del intento de considerarme humana. Entrar en un limbo de no poder vivir en el agua, porque mi cuerpo no me lo permite, y a la vez experimentar el rechazo de mi propia especie. Porque mis características señalan que no estoy aquí y tampoco allá, no soy humana ni animal, pero tengo algunas características de ambas categorías. El temor me ahoga y me lleva a profundidades aterradoras en donde me veo a mi misma concebida como una bestia multiespecie, que ocasiona caos en las organizaciones sociales de las personas porque amenazo corporalidades que se han pensado como “puras”.

Nado lentamente pensando en mis opciones, pienso que es injusto no poderme hacer una modificación genética que me libere para siempre dentro del agua, incluso me pregunto ¿por qué es válido experimentar en otros seres vivos sin su consentimiento? Pero cuando yo quiero hacerlo en mi misma no puedo porque estaría irrumpiendo con las reglas “éticas” de una sociedad a la que no le parece inadecuado destruir los hogares de otros, experimentar con sus parientes, negarles una comunicación y hasta reducirlos a un ámbito en el que se les concibe únicamente como fuente de alimento.

Son muchas preguntas que dejaré reposar en las olas que van y vienen, mientras puedo hallar algunas explicaciones y le doy un poco de sentido a mis propios deseos, en tanto especulo desde mi posición de humana cómo podría dejar de afectar negativamente a los que me rodean y con los que no puedo establecer un diálogo como el que establezco con los de mi especie. Pero sobre todas las cosas, me pregunto y planeo el día en que pueda dejar este cuerpo que me transporta a escenarios devastadores, en donde soy una victimaria y mis dedos son armas que destrozan todo lo que tocan, mis pies pisotean a cualquiera que considere minúsculo y mi mente no concibe otros tipos de intelecto que no sean aquellos que yo desarrollé y denomino complejos y superiores frente a los demás.


Imágenes por Amaranta Sánchez

Texto por Lina Gabriela Castillo Ortiz


Lina Gabriela Castillo Ortiz es miembro de la Revista Micelio y estudia antropología en la universidad de Los Andes; su interés en la antropología médica la condujo a reflexionar sobre las relaciones interespecie, la monstruosidad y el posthumanismo. Además, le interesa el papel de las nuevas tecnologías en las relaciones sociales, las ciencias y su afectación en agentes humanos y no-humanos.

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