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  • Juliana Isabella Pardo Rivero

En el Guatapurí

Actualizado: 29 dic 2023

Por Juliana Isabella Pardo Rivero


En el Guatapurí me di cuenta de que el agua mata. En el Guatapurí salieron las sirenas de entre los peces y los desgarraron para comerse las migajas de pan que les tiraba. Salpicaban en el brillo del agua revuelta con mis manos diminutas. En el Guatapurí se fueron las sandalias, las que tú amabas, las que ella te compró para protegerte de las manchas de la arena.


¿Te devolverías por las sandalias que dejaste en la entrada? 


¿Las que se llevó el río ese diciembre? ¿Las que usaste cada día hasta llegar al aeropuerto? ¿Cuánto poquito por las sandalias?


Cuánto poquito por el Guatapurí que cada día era menos. Cuánto poquito por las medusas de plástico flotantes, que entre los fritos adornaron las espinas de las piedras. Cuánto poquito porque nunca volví, porque la tierra ya era muy blanca y muy oscura y el agua ni la mitad de helada de lo que fue. Cuánto poquito por las sillas de cuadritos a la orilla de la hoguera cuando me trajeron una mojarra en una hoja que nunca supe de dónde vino. Cuánto poquito porque pensé que me iba a ahogar porque era memorable ahogarse en el Guatapurí como la leyenda y descubrir adónde llegaban todas las sandalias muertas.


¿Cuánto poquito por las sandalias? Tal vez fue por ellas que nunca volví; tal vez por eso el río se secó. Que la huella de tus pies fue tan grande que se tragó el agua y la esponja zapatera nunca nos trajo devuelta. Las chanclas ya no eran nuestras y se perdió el regalo. Cuánto poquito porque ella nunca fue feliz entre las risas, entre los cantos, entre los vallenatos llorosos. Cuánto poquito porque pensé que sí lo había sido. Pero me mentí y me mintió y el río se tragó el caucho y la tierra y cuando volví era mucho. Muy mucho, muchísimo, tanto. Tanto que se tragó los poquitos que yo había salivado en el agua fría y me quedé sin poquitos. Sin gotas. Sin bolsas de peces medio muertos que todos queríamos ir a estrellar en la casa.


Tanto tantísimo que me quedé sin espejos ni corrientes y las sillas de cuadritos se volvieron de rayas y se las llevó el viento sequísimo que ya no se hablaba con el agua. Tanto que fueron demasiadas piedras las que sofocaron la arena; demasiado el polvo que se llevó el barro, y dejaron de resplandecer los chapuzones entre las grietas de las rocas. Demasiadas las chanclas que se perdieron. Tantísimos los pies entremuertos y descalzos y embarrados y quemados y cortados por el polvo de la ceniza de las sandalias que arrastraron todos los poquitos que habíamos dejado en la tierra.


Mis poquitos y todos los otros se habían lavado con el polvo que arrasaba con las gotas que aún quedaban.


La monumental estatua fue lo único que quedó de los poquitos cafés y verdes de tierra y hojas quebradas que yo me llevaba en la nuca esas mañanas. Entonces sólo quedó el mucho del oro amargado de la sirena clavada en la tierra; la que ya no venía a jugar con mis peces y rozarme las piernas mojadas. Sólo quedó ella, erguida en su brillo que cada año era más alienígena, mientras bajo su cuerpo sin pies aún se estremecían los restos de sandalias.


Collage por Amaranta Sánchez

Texto por Juliana Pardo Rivero

Juliana Pardo Rivero forma parte del comité editorial de la Revista Micelio, y cursa pregrados en Psicología y Artes en la Universidad de los Andes. Está en el proceso de edición y publicación de su primer libro de poemas en torno al cuerpo y lo grotesco. Disfruta bailar danza de la India, hacer escultura, pintura e ilustación.

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